Los momentos más místicos de la Primera Puerta eran desde el crepúsculo hasta el amanecer. Entonces, la mayoría de personas regresaban al hotel. Nuestro grupo del Cilindro Maestro menguaba desde las 500 personas hasta al rededor de sesenta. y aún así, la Ceremonia de Activación 11:11 núnca paraba….

Egipto experimentaba su invierno más frío en cincuenta años, así que nos pusimos tantas capas de ropa como pudimos. Nuestra única luz la proveían las velas y las estrellas. Danzamos y danzamos y danzamos a través de la larga y fría noche. Cuando finalmente llegábamos al punto en el que no podíamos danzar más, dejábamos el círculo y nos lanzábamos sobre un rincón en la tierra. Sin mantas ni almohadas. Dormíamos por una hora o dos, luego saltábamos hacia arriba y nos re-incorporábamos a la danza. ¡Era absolutamente magnífico!

Otro momento especial era la primera luz del amanecer. La luz regresaba lentamente, los perros despertaban y comenzaban a ladrar, los humanos se removían de su letargo. Todo el tiempo, danzábamos con nuestras caras despojadas, chamuscadas en el Rayo y brillantes.